Perdido entre recuerdos

Quien quiera es libre de entrar.


Tal vez deba dejar esto para otro día, pensó el americano con un suspiro. Podía parecer absurdo que llevase relegando al "otro día mejor" aquella tarea desde hacía años pero se le hacía imposible terminarla.

Siempre que entraba allí lo hacía dispuesto a limpiar aquella habitación de una vez por todas: desempolvar las cosas, tirar aquello viejo que no iba a volver a usar como aquel rifle de su Guerra de Independencia, rescatar otras... en definitiva, limpiar y ordenar su trastero. Pero no tardaba ni diez minutos en olvidarse de ello, perdiéndose entre los recuerdos. Aquel objeto le recordaba tanto, ese otro también, este tenía el olor de cuando era pequeño e Inglaterra le preparaba la comida...

Alfred se sentó en una silla que había en una esquina, que debía tener por lo menos dos siglos. La silla se quejó con un pequeño chirrido que no la amenazaba aún, pero él apenas lo oyó, ni se dió cuenta de que estaba cubierta de polvo. Cuantos recuerdos en un sitio tan pequeño...

Estaba visto que aquel día no iba a terminar de ordenar aquello. De hecho podía decirse que ni siqueira había empezado. Pero él, optimista, estaba seguro de que otro día podría hacerlo, simplemento hoy no era el idóneo. ¿No daban un partido de futbol en la televisión? Eso era, claro. Debería estar arriba, viéndolo, y no ordenando. Otro día lo haría; sí, otro día.

Se levantó de la silla y subió las escaleras de regreso al salón.

En cuanto el rubio había subido las escales, un sirviente se le acerco tranquilamente hasta quedar a pocos pasos de él.

-Sir Alfred, has come to visit the young Matthew, Canada to be precise sir, he is waiting in the living room. Would you say you're busy? -Hablándole en típico idioma de America... ingles (disculpa si no me salio muy bien _ _)

Mientras tanto en la salta de estar.

Sinceramente no estaba prevista una visita a su hermano mayor, sin embargó ya había pasado tanto tiempo de no verlo que aunque fuese un tanto problemático, le extrañaba, extrañaba un poco sus extrañas platicas de como ser el héroe del mundo y de sus típicas hamburguesas.

-Lo mas seguro es que se le hubiese olvidado de quien soy... no me sorprendería de echo...- Sonrío con cierto pesar al pensar en aquello, y mientras continuaba pensando dio un pequeño recorrido por la sala mientras esperaba la respuesta del sirviente, cabía de destacar que su hermano tenia un buen gusto, había sofás con acabados de madera, una chimenea de color oscuro y sobre ella algunas fotografías.

Le entro un poco la curiosidad por lo que se acercó a ver con más atención aquello. Y como era de esperarse, había fotografías del rubio en sus diferente etapas de la vida, siendo un pequeño, siendo un poco mas grande, siendo adolescente, eh incluso se podrá ver una un poco maltratada; era el americano con su antiguo traje militar y detrás de el sus soldados.

- Fue la guerra en la que se independizó...creo.. - Susurro para si mientras miraba de reojo a su oso polar que se encontraba dormido sobre el sofá. - Seguramente fue doloroso para el - dijo para si mientras por su mente aun corrían vagas imágenes del pasado entre ellas su "independencia de Francia".

Cerró a su espalda la puerta del sótano, dejando allí sus recuerdos, al menos hasta la próxima vez que decidiera que era hora de ordenarlo. En ese preciso momento se le acercó uno de los sirvientes de la casa.

-What? Who? -preguntó desconcertado al hombre, un individuo alto de pelo rubio y ojos oscuros con cara serena. ¿De qué le hablaba Jack?

El hombre se aclaró la garganta, sintiendose en un aprieto. ¿Cómo podía alguien olvidarse de su hermano? Esa parecía ser una maldición que perseguía a Canadá, pero no tenía derecho a decir nada dado que a él también le había costado unos minutos recordar quién era el otro rubio cuando se presentó en casa.

-Canadá. Matthew, su hermano -le recordó con todo el respeto que pudo.

-¡Ahhh! ¡Canadá! -por fin las piezas encajaron en la mente de Alfred. Por supuesto, su hermano. Lo había olvidado. A veces estaba tan ocupado entre ser el héroe y mantener la paz mundial que se olvidaba de que Matthew existia. Suponía que era algo que le pasaba a todos los héroes: costaba mucho compaginar la vida familiar y la vida de héroe, acaparaba muchas horas-. Ahora mismo voy -añadió.

Minutos después Alfred hacía su entrada en el salón de estar, con el entusiasmo que siempre le había caracterizado.

-¡Matthew! How are you? -le preguntó efusivamente sin fijarse en que tenía un oso polar en su sofá.